miércoles, 10 de diciembre de 2008

VII

La ausencia de peque se me hace un extraño momento de soledad forzosa.
Por su parte trabajando en otra ciudad desde las 10 de la mañana hasta las mil, con unas ojeras que envidiaría la mismísima Morticia Adams y, por mi parte, descentrada, con cansancio, durmiendo mal... no es que esto sea nuevo, pero al menos si mi peque estuviese aquí, me animaría a leer, a prepararme, a seguir, a dormir con el calor de su cuerpecito suave...
Por la noche meto entre las sábanas una bolsa de agua caliente que está dentro de un peluche de color amarillo, que parece un monito y que me regaló mi ex... (por suerte ya no es de mi ex, es mío y solo mío... ¿no os ha pasado que las cosas que os han regalado o que habeis compartido con un o una ex, parecen no ser tuyos o tuyas del todo hasta que pasa un tiempo?... bueno... otro día hablaré de ello) y todo para tener alguna cosita que me dé calorcito en la cama... pero no es lo mismo...
Hoy por hoy llego al piso y estoy solita, veo la televisión y hago caritas de plastilina... ni siquiera soy capaz de leer... y aún así he cogido un libro en la biblioteca... a ver si esto de los plazos me anima a distraerme y a acabarme las seiscientos y pico páginas que dura el libro...
La nostalgia por mi peque es como una sombra que me persigue, que a veces me apaga la luz del sol o de la luna, que me atormenta, sobre todo por la noche, cuando me cuesta tanto irme a dormir en la soledad de un metro treinta y cinco. No siempre influye en mi ánimo, pero siempre soy consciente de su presencia; sé que está ahí.

1 comentario:

guada dijo...

tus palabras son como si fueran mias, me he sentido identificada, las relaciones a distancia son jodidas, la mia se acaba de ir esta mañana y hasta dos semanas no vuelve
en fin, paciencia
un besote y ánimo eh